D. José de Villaescusa (1838-1849), realizó una interesante monografía de las aguas que también fueron estudiadas por Hernández Pacheco.
Manantial: Podemos decir que las aguas emergen desde aproximadamente los 400 metros de profundidad, con 316 litros / minuto de caudal. Las aguas brotan a 28ºC, pierden temperatura en el mismo manantial y se quedan a 24ºC. Debido a la profundidad a la que brotan las aguas arrastran diferentes compuestos químicos como él: bicarbonato cálcico, cloruro de sodio, carbonato de litio, sulfato de sodio y elementos más puros como el calcio, potasio, magnesio, cadmio, hierro, zinc y flúor. Arrastra también radiación alfa, pero en cantidades muy pequeñas, sólo lo suficiente para que sean beneficiosas. El radón disuelto en el agua actúa sobre los procesos metabólicos, modificando la segregación de glándulas y corrigiendo desajustes fisiológicos, incluso por simple emanación.
El tratamiento principal para el que están indicadas estas aguas es para el sistema nervioso: migrañas, dolores de cabeza intensos, neuralgias, insomnio, agotamiento nervioso, estados depresivos, síndrome postmenopáusico,...
Pero también se indican para otras afecciones: ginecopatías (dismenorrea y otras enfermedades), irregularidades del aparato circulatorio (hipertensión, inflamación de las arterias) para aparatos locomotores (artritis, reumatismo, recuperación de traumatismos de carácter general), reacciones alérgicas Urticaria, sensibilización alérgica en general) y por último, pero no menos importante, afecciones del aparato respiratorio (laringitis, bronquitis y asma).
Monografía de las aguas de Julián de Villaescusa