Huerta Morisca Valle de La Jabata.
La herencia musulmana que quedó en estas tierras tras 8 siglos es muy grande, y quedó fuertemente vinculada a la explotación de recursos hídricos de la comarca. Las dos principales fuentes de aprovechamiento fueron los ríos y los manantiales. Los lugares dónde abundaba el agua fueron los causantes de la aparición de un paisaje transformado por el hombre que tuvo sus principales asentamientos en las faldas de la montaña, dónde abundaban las fuentes y en las vegas de los ríos. Estos espacios fueron los preferidos para desarrollar cultivos, en un sistema de micro regadío que proporcionaba un suministro hortofrutícola que abastecía al grupo familiar que lo gestionaba e incluso producía un excedente que se vendía al vecindario.
En las laderas de Sierra Grande, proximidades de Hornachos, la Sierra de Oliva de Mérida y la falda de Sierra de Peñas Blancas, son los principales lugares donde encontramos zonas de huertas vinculadas a manantiales de montaña, pues son tierras muy fértiles. Por otro lado, las zonas de vegas de los ríos Matachel, Bonhaval, Valdemedel, Palomillas, San Juan, Guadajira, etc., eran los espacios próximos cauces hídricos para desarrollar el regadío de la vega.
Las norias: eran parte del paisaje de las huertas moriscas. Estos artilugios mecánicos aprovechan, la tracción de un animal, generalmente una caballería, para extraer de forma continuada el agua, desde el fondo del pozo sobre el que se situaba. Por este motivo se le conoce también cómo noria de tiro o de sangre, para diferenciarlas de las que se encontraban en los cauces de los ríos, que se movían por la acción de la corriente hidráulica.
El mecanismo de la noria está formado por dos ruedas. Una de ella está en posición horizontal siendo accionada por una palanca en la que está enganchada la caballería. La otra se dispone en posición vertical y engrana con la primera. De la rueda vertical cuelga una soga o cadena a la que se encuentra fijados los “cangilones”, recipiente metálico o de cerámica que elevan el agua desde el fondo del pozo hasta la superficie dónde se vierte y se conduce a través de una acequia.
La estructura de la noria suele estar formada por una plataforma circular elevada a la que se accede a través de una rampa. Sobre la plataforma, el animal de tiro realiza el accionamiento de la noria dando vueltas alrededor del pozo. A nivel del suelo, el pozo suele presentar un acceso que permite llegar hasta el centro del pozo y realizar cualquier operación de mantenimiento de la cadena y los cangilones.
Acequias: pese a que se atribuye su origen a la cultura árabe, ya en tiempos de los romanos existían canalizaciones que permitían llevar el agua de un lugar a otro con intención de regar los campos. Testimonios próximos a este lugar así lo afirman. En el entorno de las termas romanas se han documentado restos de estas canalizaciones cuya finalidad debió ser la de conducir las aguas sobrantes de los baños a las zonas de Huertas que probablemente existieron en la zona más meridional de este lugar.
La alimentación de las acequias se realiza o bien directamente desde pozos, manantiales o fuentes, o bien procedentes de depósitos, azudes, presas o albercas que almacenan de manera provisional. Las conducciones pueden ir a ras de tierra o pueden ser también aéreas, emulando los antiguos acueductos romanos. Son varios los ejemplos de este último caso que todavía se conservan en la comarca.
El reparto de las aguas a través de las acequias a diferentes propiedades generaba complejos sistemas de riego cuyas reglas ponían de acuerdo e igualaban en condiciones de servicio de los sistemas de canalización a todos los propietarios.
Albercas, son construcciones hidráulicas cuya función principal es la de almacenar agua. Construidas con materiales impermeables, recogían el agua que llegaba a través de acequias o a veces incluso procedente de escorrentías o precipitaciones. En algunos casos, en zonas donde el agua brotaba de forma natural, el fondo de las albercas se dejaba sin cerrar, permitiendo que se llenará directamente a través del manatial.
Bien merece la pena hablar de la Huerta Morisca del Valle de la Jabata, de tradición morisca, y que se encuentra ubicada en una finca privada, entre olivos y naranjos.
Sorprende por su magnífica conservación, en parte gracias al mimo y cuidado de su dueño Antonio. En ella encontramos sus elementos prácticamente intactos, pozo, acequia y dos albercas, estas últimas son quizás las más restauradas.
Entrar en su pozo, nos hace retroceder en el tiempo e imaginar cómo con pocos recursos lograban obras de ingeniería tan importantes como estas.